lunes, abril 24, 2006

La Locomotora paró en la estación Retiro
Por Lautaro Emmanuel Moreno

Con la grandeza de un héroe, Jorge Fernando Castro ascendió al ring del Luna Park. Alrededor de 12 mil personas vitorearon su nombre. Tal como se lo propuso, el “Roña” reivindicó al Palacio de los Deportes, con su comprobado poder de convocatoria. Es el campeón del pueblo y así se lo expresaron en todo momento. Pero el santacruceño no es el mismo boxeador de las inolvidables hazañas. Con la mano derecha lesionada y un cuerpo que no lució en condiciones físicas ideales, como consecuencia de un duro accidente automovilístico, que lo tuvo al borde de la muerte, Castro aceptó defender su posición como número uno del ranking mediopesado de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB).
Enfrente estuvo el colombiano Juan José Herrera (14-1, 14 KOs), un pegador nato, perteneciente, por naturaleza, a la división supermediano (76,203 kilogramos), que regaló dos categorías al aceptar confrontar en crucero. El cafetero era un adversario a respetar. No obstante, antes del accidente que padeció en el 2005, Castro no habría tenido ningún inconveniente en superarlo por la vía categórica.
A pesar de las disminuciones físicas, el patagónico fue boxísticamente superior. Castro impuso el ritmo, tiempo y distancia. En los instantes que apresuró al oponente, en ofensiva, aplicó sus golpes con claridad.
Sin embargo, su derecha no era contundente como antes. La tiró en contadas ocasiones y de manera cautelosa. Incluso, en el segundo capítulo, asestó un fuerte boleado derecho a la cara, que hizo gemir de dolor al mismo argentino.
Con su habitual estilo, trabajó correctamente con el gancho de izquierda al cuerpo, mas le faltó la fuerza de su derecha para rematar su serie de golpes.
Los inconvenientes surgieron desde el comienzo, mediante la derecha recta a la sien, por encima de la mano izquierda del sureño. Castro nunca pudo eludir la diestra del colombiano, porque en su posición de guardia, perfila demasiado su cuerpo hacia su derecha. Por lo tanto, no le permite hacer cintura para esquivar el golpe. No es ninguna novedad, pero sí lo es la pesada lentitud del ídolo argentino, que no le permitió armar a tiempo su defensa.
Allí, Herrera halló el hueco por donde filtrar su cañón diestro. Con su conocido coraje, Castro trató de definir la contienda en el segundo y tercer segmento. Sin embargo, la derecha del cafetero tuvo más poder y comenzó la decaída del héroe criollo.
Por segunda oportunidad, Castro visitó el tapiz. Esta vez, de modo definitivo. Como buen guerrero, supo reconocer su derrota. Por precaución, el árbitro Fernando Peyrous lo dejó un minuto recostado en la lona. El santacruceño quería reponerse, aunque era consciente que era el final, impensado para él. Perdió en su ley. Con grandeza, más allá de la triste caída. Las 12 mil personas que colmaron el Luna lo ovacionaron con notable fervor. A los 38 años Castro dijo adiós a su actividad sobre el ring. Con él se despide toda una generación de éxitos. No obstante, en el corazón de los argentinos será siempre recordado pro sus grandes hazañas. Es el Maradona del boxeo quien se despide.