domingo, abril 23, 2006

El Luna, los lunáticos, la prensa "importante"
y la prensa "kelper", en una noche muy extraña
Por Aldo Sergio Chajet

Es sabido que los medios argentinos y mundiales aman el morbo. Necesitan crisis matrimoniales de famosos, accidentes trágicos, resurrecciones personales luego de años de dependencias de drogas y alcohol, homicidios, suicidios y enormes desgracias personales, que son usadas para vender revistas, aumentar rating televisivo y saciar el insaciable apetito humano por las cosas oscuras del alma de los hombres.
Dentro de este marco de morbosidad, la vuelta al boxeo de una leyenda como es Jorge Fernando Castro, tras el espeluznante accidente automovilístico que casi acaba con su vida, era el acontecimiento de estos días.
Y en estos tiempos que cualquier pibe del rincón más remoto de Argentina sabe quién es el número 143 del ránking del tenis o quién juega de base armador en Dallas Mavericks, pero no tiene la más pálida idea sobre quién es el campeón argentino de los welters, por ejemplo, que los medios masivos se vuelquen, con esa locura que sólo ellos le saben imprimir a las cosas, al boxeo, revoluciona cualquier actividad relacionada con el noble deporte de los puños.
Ya ocurrió con Carlos Manuel Baldomir, cuando ganó su título mundial CMB en New York. Cuando retornó a Buenos Aires, le preguntaron más sobre su pasado como vendedor de plumeros que sobre su campaña boxística.
El hecho que el hombre lleva ya unos cuantos años invicto y que venció categóricamente en rings de Europa y Estados Unidos a muchos rivales de valía, a nadie le importó. Sólo centraron sus notas en el hecho de que fue vendedor ambulante de plumeros. Importa sólo el arranque y la llegada. El cómo lo logró, para todos es lo de menos.
La misma locura se observó en San Miguel cuando peleó Héctor Ricardo Sotelo. El humilde pugilista bonaerense sólo es noticia, porque estando privado de su libertad, combate con permiso de la jueza que entiende la causa por la que está procesado. Que fuera campeón argentino alguna vez, es algo que el 99% de estos cronistas ignoraron.
Allí se vio otra vez la estúpida locura de los medios masivos, con una cronista que llegó a saltar por encima de las sillas y pegarle un codazo a un periodista especializado en boxeo, sólo para poder meter su dichoso micrófono con el logo del canal estatal.
El Luna Park y el retorno de Castro no podían ser la excepción de esta insana y enferma manera de trabajar. Fénix Entertainment Group decidió, hace poco, meterse en el "ancho mundo del deporte" y, de entrada, organizó un torneo de tenis.
El ocho de abril arrancó con el boxeo, organizando junto a Osvaldo Fernando Rivero la velada del Luna Park, donde Hugo Hernán Garay derrotó al mexicano Gustavo Enríquez. Dado que Garay, fuera del mundillo boxístico, no es conocido y, además, la difusión masiva fue realmente, cualquier cosa menos masiva.
Por esos motivos, los "medios locos" no aportaron y la cosa pasó casi desapercibida para los canales de aire y los programas de variedades. Pero con Castro, la máquina morbosa entró en funcionamiento. "Locomotora" es un hombre carismático a más no poder, con una campaña profesional que asusta al más pintado. Si a eso se le agrega que retornaba a los cuadriláteros tras ese tremendo accidente que casi acaba con su existencia, el banquete para la locura mediática estaba servido. Y se sirvieron.
Así fue el tema de los pedidos de acreditaciones. Previsiblemente, se desbordó de pedidos de las mismas. Y Fénix puso a cargo del manejo de la cobertura periodística de este evento a una muchacha llamada Paula Montoli, quién sinceramente fue desbordada por la tarea y, realmente, no estuvo a la altura de las circunstancias, porque en un principio, se había establecido que tendrían prioridad los medios especializados en boxeo, es decir en la temática del evento, como es habitual en cualquier actividad.
Ya en la conferencia de prensa se vio que eso no era tan así. Con más secreto que los complotados del 25 de mayo en la jabonería de Vieytes, los medios "importantes" supieron de la conferencia de prensa, mientras que los especializados tuvieron que recurrir al boca a boca. Y la conferencia, con demasiados tipos a los que el boxeo les importa tanto como a quien suscribe le interesa la historia del esperanto, tuvo preguntas demasiado previsibles y una, especialmente, increíblemente estúpida y desubicada que, de haberla entendido (por términos muy locales que se usaron no la comprendió), si Herrera se levantaba y golpeaba al notero por desubicado y grosero, nadie lo hubiera criticado.
Tras esto y con promesas dignas de un bolero, en el tema acreditaciones, llegado el día viernes, día en que se entregaban las dichosas credenciales, eso se transformó en un espejismo digno de esos que desesperan y matan las ilusiones de muchos sedientos en cualquier desierto y, por momentos, parecía que se estuviese en un barco que chocó con un iceberg e imperara el "sálvese quién pueda".
Varios de los periodistas menos conocidos o de medios no tan importantes (según la óptica de algunos), se desayunaron que no iban a poder ingresar al recinto, pues no habían sido acreditados. Otros colegas que, de boxeo sólo saben que se trata de dos tipos con guantes que se golpean arriba de un ring, pero que trabajan en multimedios con poder y llegada masiva, obtuvieron cuántas acreditaciones solicitaron.
Este mismo medio, de entrada, al viernes, no tenía acreditación alguna. Sólo uno podía entrar porque es el fotógrafo. Tras una intervención de Mario Margossián, promotor que armó las peleas de respaldo del festival, Montoli accedió a darnos la "generosa" ubicación de popular (4 entradas) y platea (1 más).
Si se pudo ingresar al festival donde corresponde para cubrir un evento, fue porque se presionó a través de prensa de la Federación Argentina de Box (FAB). También a los camarógrafos independientes, que filman con permiso de TyC y la FAB, primero se les dijo que iban a tener tomacorrientes donde iban las cámaras. El sábado, los tomacorrientes "se las tomaron" (por hablar rápido y vulgar) y Montoli comenzó una serie de explicaciones sobre los derechos del festival que debió haberse ahorrado, pues al ser consultada la gente de TyC, dueños de los derechos de transmisión, ellos respondieron que si el material no era para emisión en algún canal, no había problemas en que se filmen las peleas que no son emitidas.
Eso se puede ver en cualquier festival de boxeo que no sea tan "masivo". La ubicación que este cronista consiguió fue fabulosa. Podía ver el caño de parante de la esquina nítidamente. Tan nítidamente que la acción del combate quedaba en segundo plano. Eso sí, los canales de aire con sus noteros que no entendían nada de boxeo, se movieron a sus anchas por todos lados, con todas las facilidades. ¡Lo que es ser Medio Importante!
Y muchos, como ya se dijo, que van a TODOS los festivales (sean "fashion" o sean en un club con paredes descascaradas), lo tuvieron que ver por televisión. Cosas de ser un Medio Kelper. Porque, como a mí mismo me dijeron los encargados de prensa del festival el viernes, más que especializados, querían difusión muuuuuy masiva, por eso la VERDADERA PRIORIDAD la tuvieron los multimedios que enviaron noteros de programas de variedades, noticieros, humorísticos y todo eso, sobre los medios especializados, sobre todo los más nóveles o menos conocidos.
Todo este desastre organizativo en el marco de un festival que pintaba para fiesta y terminó con un escándalo increíble sobre el final. Consumada la derrota de Castro, y aceptada caballerosamente por él mismo, miembros de la famosa hinchada "12", que concurrió al estadio con bombos, banderas y trompetas, no pudieron soportar la caída del ídolo y rompieron la reja divisoria de la popular con el ring side y se lanzaron para el lado del ring.
Al no poder subir, comenzaron a golpear y lanzar sillas a quién encontraran a su paso, encontrando justo en su camino a un hombre que tenía la "afrenta" de vestir una campera con los colores y las siglas del Club Atlético Nueva Chicago. Esa "afrenta" fue vengada por cerca de 15 "héroes" que golpearon salvajemente al pobre hombre, ante la pasividad de buena parte de la seguridad del estadio.
El mismo fue rescatado por, entre otros, el colega Sebastián Contursi y subido al ring, donde se pudo apreciar que tenía feos cortes en el cuero cabelludo y magullones varios en su rostro. Toda una "hazaña" de estos "héroes" que no entendieron que su ídolo había aceptado la derrota como un caballero que es y que ese "asalto" al ring side sólo era un acto estúpido, cobarde y que sólo agrega más morbo para los medios que siempre vuelan alrededor de las desgracias, las tragedias y los escándalos para poder seguir vendiendo el circo con cada vez menos pan.