sábado, agosto 09, 2003

B>Entrevista a Fabián Oscar Martínez.
Por Lautaro Emmanuel Moreno.
El obrero del ring
Apenas comenzó la charla, gotas de sudor circulaban por la frente de Fabián Oscar Martínez. Sus gestos y talladas facciones mostraron, de manera notable, un nerviosismo ingobernable. Interrumpió su discurso y vociferó: “Estoy muy nervioso” y, riéndose tímidamente, confesó: “Aunque no me creas, con 35 años y toda mi experiencia en el boxeo, esta es la primera entrevista personal que me hacen”.
El boxeador entrerriano es muy hablador. Una vez que olvidó la presencia del grabador, se soltó y relató su abnegada vida. Trabajo en el mercado de Beccar atendiendo y vendiendo a los verduleros. Después, saco los bultos –cajones que pesan entre 18 y 20 kilogramos-. Entro a laburar a las 12 de la noche y termino a las 10 de la mañana. Aunque siempre me quedo hasta las 11”.
Generalmente, del mercado se traslada en colectivo hasta la Sociedad de Fomento Mariano Moreno, de Carupá. “Termino de laburar y me siento cansado, pero una vez que llego al gimnasio y me muevo, entro en calor y ya se me pasa”, señaló Martínez, que habitualmente es sparring de boxeadores de la talla de Jorge “La Hiena” Barrios y Ariel Olveira.
“A las cuatro de la tarde vuelvo a casa. Como algo y duermo dos horas. Me levanto y voy a correr 11 Km. –alrededor del hipó dromo de San Isidro-. Cuando finalizo, a veces, me tiro a dormir un rato antes de ir a trabajar”.
Previamente a su bautismo profesional, el entrerriano sufrió “varios percances físicos” a causa de su exigente y forzoso trabajo. Por estar tantas jornadas cargando cajones, un día sintió una molestia en su espalda. A partir de entonces, fue revisado por sendos médicos, durante un año, “pero nadie me decía qué tenía”. Todos le recetaron pastillas o cremas que no sanaban el dolor de la columna.
“Un sábado de 1995, me decidí: “Hasta que no sepa qué es lo que tengo, no vuelvo a casa”, recordó el boxeador, que se dirigió al hospital de San Isidro. Allí, un traumatólogo le diagnosticó una hernia de disco. “Cerré los ojos y dije: Me voy a operar”.
Tras 15 días de reposo, apenas traspasó la puerta del hospital, arribó una moto y con su esposa se trasladaron a José C. Paz a observar una velada de boxeo. Tres meses más tarde, superó convincentemente a Lauría.
“Me gusta subir al ring a boxear, caminar y estudiar al rival, aunque muchas veces me dan ganas de abandonar”, indicó con su áspera voz, y amplió su concepto: “Pero como el boxeo me gusta de alma, sigo. Después del laburo, salto la soga y guantes al ritmo de ellos. Tiro todo lo que más puedo, pero a veces estoy cansado, porque mi cuerpo no es un motor”.
Durante seis años “El Pícaro” se vio obligado a colgar los guantes para trabajar de chofer “de 5 de la mañana a las 7 de la tarde”.
En su cuarta y última presentación profesional, trastabilló, por la vía rápida, ante Carlos Wilfredo Vilches, dejando en Fabián un sabor amargo que posteriormente lo motivó a retornar a la actividad, en busca de revancha.
“Lamentablemente nunca tuve la suerte de tener una propaganda. Si tuviese un esponsor, trabajaría menos horas y se las dedicaría al gimnasio”, comentó el entrerriano que tras 12 horas agotadoras, continúa entrenando con el mismo ímpetu de un adolescente, con la meta de “pelear en televisión o en el Luna Park”.
E-mail: morenolautaro@yahoo.com.ar