miércoles, julio 02, 2003

Entrevista a Ariel Mariano Olveira.
La Pantera que sonríe
El ex campeón argentino relata su historia y su anhelo por recuperar la corona nacional de los livianos
Hurgando en un recoveco que preserva las reliquias más preciadas de su padre Eloy, Ariel Mariano Olveira removió una hebilla militar y una aguja, utilizada para coser balones. Su atención se concentró en un objeto minúsculo, en forma de "U" y de color madera. El niño de seis años ignoraba qué tenía entre sus manos, pero por inercia se lo calzó en sus encías. Su papá le explicó que ése elemento era el bucal >/B>con el cual boxeó durante su juventud. "Subí a la cama y jugando, hice guantes con mi viejo", recordó orgullosamente "La Pantera". Una anécdota que inició la relación de Ariel con el pugilismo.
Diez años después, ya en plena adolescencia, Olveira comenzaría a ejercitar su don boxístico de manera formal. "En una pelea callejera, mi hermana Lorena se metió a separar. Forcejeamos con el pibe y caímos encima de ella.
Se quebró la clavícula y se desmayó. Me levanté, le seguí pegando al pibe, una vez terminada la pelea, senté a mi hermana en el cordón. Lloró y gritó del dolor de su hombro. La llevé a casa".
Decidieron aguardar hasta el amanecer para ver la recuperación de la lesión, pero la molestia era insoportable y sigilosamente, Ariel la llevó al hospital.
"A las cinco horas volvimos. Mi hermana –relató el ex campeón argentino- con un brazo levantado y todo enyesado, tuvo que pasar de costado por la puerta. ¿Qué pasó?, Preguntó asustado mi viejo. Nada, cuando veníamos de bailar, estaba jugando con Ariel y me tropecé, dijo mi hermana. Mi viejo miró con una cara de no les creo nada. Y pasó... Hace un año recién le contamos la verdad", dijo y estalló de risa.
Preocupado, Ariel reconoció ante Lorena: "No quiero pelear mas en la calle". A escasos días, su padre arribó con un rostro cauto. "¿Querés aprender a boxear? –propuso sorpresivamente Eloy-. En serio te digo. Antes que te suceda algo en la calle, andá a boxear. Allí vas a descargar todas tus energías".
Enseguida, se presentaron en la Sociedad y Fomento Mariano Moreno y conoció a su entrenador, Atilio Rondolini, quien "me hizo caminar el ring y le decía a mi viejo: su pibe va a andar bien".
Sentado en la cabecera de la mesa, las declaraciones serias de Olveira, imprevisiblemente, son rematadas por una frase jocosa y esboza una breve y altisonante carcajada, que se propaga en el ambiente contagiando a los interlocutores.
Tras 46 presentaciones amateurs (40 ganadas y seis derrotas) y reinar nacionalmente en los 63,500 kilogramos, abandonó los cabezales y las pecheras para debutar en el campo rentado.
En cuatro años, Olveira superó obstáculos intrincados, como Roberto Arrieta, Rodolfo Rolón, Gustavo Cuello, Alberto Sicurella... Y conquistó el cinturón argentino de la división livianos.
Su figura se había convertido en la esperanza del boxeo nacional. Pero, en pleno apogeo, apareció Sergio González y lo madrugó en el Casino Trilenium de Tigre, despojándolo.
"En el boxeo suben dos –explicó "La Pantera"- y baja uno ganador y otro perdedor. Si puedo bajar vencedor, mejor. Caso contrario, tendré que superarme".
Los grupos económicos que apoyan a Olveira le prometieron continuar respaldándolo. "Gracias a Dios, por ahora, están cumpliendo".
Es tarde. La fría noche es decorada por el brillo de las estrellas. "No me falta mucho para recuperar mi nivel. Dos o tres peleas más y me tendrán que dar la chance. ¡Quiero recuperar el título argentino!". Fueron las últimas palabras del bonaerense. Al despedirse, su boca dibujó una amplia sonrisa, acompañada por su carcajada, tan peculiar e imbatible, que ni los golpes –afortunadamente- pueden destrozar.
E-mail: morenolautaro@yahoo.com.ar